Dejadme Soñar en Otoño
Tras la húmeda ventana en la fría noche
Contemplé los limpios cielos de invierno
En plateadas olas de luna se dibujó tu nombre
Y yo amé tu nombre
En el alba de la primavera vi crecer las rosas
Mientras una tibia brisa bailaba la eterna danza de la vida
En manos transparentes me ofreció el aroma de tus pasos
Y yo seguí tus pasos
Canté la luz de un sol radiante en el verano
Entre el fruto de la tierra y la risa de mil vuelos
El dorado trigo poblado estaba de tu mirada
Y yo me enamore para siempre de tu mirada
En el otoño te busque entre los grises pliegues de la tarde
Quise de nuevo contemplar tu mirada
Y cautivo anduve preso de tus pasos
Llamándote por el azul de tu nombre
Pero todo había sido un sueño
Enterrado entre hojas amarillas de tiempo
Un sueño, solamente un sueño
Si he de elegir…
…dejadme soñar en Otoño
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Corazón de llanto…
De Julia de Burgos, ¡Oh Mar, No esperes Más!
Tengo caído el sueño
y la voz suspendida de mariposas muertas.
El corazón me sube amontonado y solo
a derrotar auroras en mis párpados.
Perdida va mi risa
por la ciudad del viento más triste y devastada.
Mi sed camina en ríos agotados y turbios,
rota y despedazándose.
Amapolas de luz,
mis manos fueron fértiles tentaciones
de incendio.
Hoy, cenizas me tumban para el nido distante.
¡Oh mar, no esperes más!
Casi voy por la vida como gruta de escombros.
Ya ni el mismo silencio se detiene en mi nombre.
Inútilmente estiro mi camino sin luces.
Como muertos sin sitio se sublevan mis voces.
¡Oh mar, no esperes más!
Déjame amar tus brazos con la misma agonía
con que un día nací.
Dame tu pecho azul,
y seremos por siempre el corazón del llanto…
Amar tus brazos con la misma agonía con que un día nací… sí, es algo parecido a eso, es algo parecido…
Aire Partido
Escrito con lentos caracteres sobre un trocito de piel. Casi no puede leerse, pero sí puede adivinarse cuando la piel tiembla.
En un ramillete de cinco flores blancas
vive el viento,
paciente y cálido,
caricia del alma.
En el dorso del mapa
donde duerme un beso
renovado en el silencio,
en espirales juega con la arena,
espera.
Empujada desde adentro
tiembla la gota ingenua
de textura transparente.
En veces, el tiempo se detiene.
Y si se parte el aire,
nace lo sagrado en la distancia exacta.
El aire no es todo,
sólo el viento es.
Susurros en la piel,
suavidades del alma,
cuando el viento llega
en un ramillete de cinco flores blancas,
… otra vez.
Tesoros
El viento sobre un mapa de arena
Un libro nuevo que no es un libro nuevo… de nuevo
Alimentarse con setas, cada día
Miedos que abrazan, fuerte fuerte. También parten el aire
Una mariposa verde sobre fondo blanco. Es como yo, tiembla sobre fondo blanco
La mañana, la tarde, la noche, la mañana
Palabras que no se pueden esconder
Chocolate guardado, es un regalo, otro regalo
Ese cuenquito donde reposas tu sueño. Querría ser un cuenquito
La mañana, la tarde, la noche, la mañana… en veces… tanto
Día 15, Septiembre de 2011
Instantáneas
La noche, profunda, una gruta apenas disfrazada de fiesta
Pasos fríos sobre un verso, gastado. La piedra se gasta, el aire no
El dorado también es una suavidad del alma, acaricia, la duerme
Volver es caminar siempre hacia el mismo lugar. No importa el sentido del camino
Memoria
¿Reanimarás acaso tus espaldas marmóreas
en los nocturnos rayos que filtran los postigos?
¿Socorrerás tu bolsa y tu garganta exangües
con el oro que esplende en la bóveda azul?
Debes, para ganar tu pan de cada noche,
agitar como niño de coro el incensario
y salmodiar Te Deums en los que apenas crees,
reiterando tus gracias, como hambriento payaso
y tu risa velada por lágrimas secretas,
para ver cómo estalla la vulgar carcajada…
Esta noche la luna sueña con más pereza…
…esa plegaria continua, infinita, ya la cansa…
Cuando sobre este globo, con languidez ociosa,
ella deja rodar una furtiva lágrima,
un piadoso poeta, enemigo del sueño,
de su mano en el hueco, coge la fría gota
como un fragmento de ópalo de irisados reflejos.
Y la guarda en su pecho, lejos del sol voraz.
…y será el repetido sueño de mañana, la llama de esa plegaria… una noche más…
(Charles Baudelaire)
…Las pistas de lo inasible cuelgan del cielo
son de aire
como la mano de un músico quieto
de aire que se escapa…
De Chocolate
Memoria, cristal con voz cansada
en el geométrico reflejo de la mañana
Solitaria y fría senda en esa hora
a pesar de las palabras
de su ligera bufanda de olvido
Todo va quedando atrás, en un instante
menos el recuerdo feliz, que es de chocolate
De chocolate hay un jardín de fresas
De chocolate es la geografía de la piel
De chocolate el dulce murmullo nocturno
De chocolate el fuego que no quema…
Quizá sí
Quizá podría volar dios con alas de mariposa
y brillar la cortada roca como puerto de mil naves
Pero se conformó dios con un domingo
y los muelles de esa roca quedaron secos
Hace frío cuando el tiempo no acaba
cuando puede aquel poeta escribir los versos más tristes
cuando la mañana ya es noche
y no es domingo, y no es Abril
Pero hoy por fin tengo sueño
debe andar dios despierto
Y el sueño, como bien sabe él
el sueño
… siempre es de chocolate
En tu mirada…
De María Luisa Blanco, En tu mirada
En el cuenquito de mis manos, los recuerdos, al calor de un fuego que se aviva mientras lo miro… donde vive un poderoso verbo…
Poema del Día Siguiente
Inspirado en el libro Poemas del Día Siguiente de Beatriz Blanco, un hermoso tesoro…
Vivas palabras escritas con tinta de aire sobre un trocito de piel a modo de mapa. En un lugar del mapa, levemente a la izquierda, hay una crucecita roja que indica la promesa del tesoro. Desprende un ligero aroma a chocolate.
Fuego en las manos
La mirada se acerca
Rojo en el pecho
Rojo en el pecho
Las estrellas se duermen
El Sueño ríe
El Sueño ríe
La luz de la mañana
Aire partido
Aire partido
En latidos que bailan
Tostadas de miel
Tostadas de miel
Tiembla en los labios la flor
Fuego en las manos
Tesoros
La danza de las manos, lenta… de viento
Olor a chocolate, piel dulce… de azúcar
Una blanca duna, y detrás el horizonte… de rojo cielo
Un abrazo en la noche… de sueños
Palabras que nunca se gastan… de aire
Caricias, un mundo infinito… de tierra y agua
Una lágrima engarzada en una cadenita de pasiones… de latidos
Una mano bajo el rostro de sueño … de ilusiones
Una noche detrás de los ojos… de promesas de la mañana
Una mañana detrás de los ojos… de memoria de la noche
Mysea, la Ciudad de los Sueños
Inspirado en un extraordinario libro, Las Ciudades Invisibles, de Italo Calvino. Unas sendas para soñar…
Debió ser entonces, pero no recuerdo el principio, sólo recuerdo que al salir de la agobiante penumbra de aquel bosque se abría el camino soleado. Sí, creo que era allí, un camino amplio por donde el aire corría sin temores y sin fronteras.
Si el viajero toma ese camino que sigue el curso del sol, al llegar la tarde, podrá verla delante, sobrevenida tras la última colina, Mysea, la ciudad de los sueños.
Tan sólo ver Mysea, el viajero ya puede aventurar esa sensación que a modo de temblor recorrerá su piel, premonición de algo increíble, desconocido y a la vez cotidiano, como si todo fuese igual que en otras ciudades, pero dispuesto en otro orden, más preciso. Todo es nuevo y reciente, aun cuando conserva las aparentes formas ya conocidas por la memoria.
Sus calles podrían ser las de cualquier hermosa ciudad; avenidas amplias y soleadas, ordenadas, mostrando los ejes del movimiento de la vida; callejones intrincados, sin inicio ni fin, hilos donde transcurren los ecos más apagados, menos visibles de esa misma vida; plazas de ordenados planos en las que cada espacio cobra su sentido; y sus jardines, pequeñas islas repartidas por todos los rincones. En realidad el viajero no puede sentirse extraño, puede reconocerlo todo, y todo lo reconoce a él, tal es la magia de Mysea.
En Mysea no hay diseños precalculados, más bien todo sugiere la sensación de que siempre ha debido ser así.
La única diferencia visible que encuentra el viajero es que en Mysea no hay habitantes, la propia ciudad es la vida y los únicos moradores son los sueños. Se desplazan por las calles, alegres y divertidos; duermen en sus pequeños jardines, llenos unos de melancolía, otros de ansiedades y los más, cubiertos de deseos; visitan las bibliotecas y museos, ávidos de alimento; se recrean en la noche, juegan a leer en las estrellas. En Mysea sólo viven los sueños.
Como en otras ciudades, hay edificios en Mysea. El viajero tarda en descubrir que están hechos en fábrica de aire, y sus texturas son las que esos sueños conforman, una suerte de plástica sustancia a medio camino de la estática realidad y la dinámica visión que permite el subconsciente. Es por ello que, aun conservando las formas de la memoria conocida, ese continuo fluir los convierte en sorpresa para el viajero, que según el momento y el ángulo en que los observe, siempre se le presentarán como espectáculo nuevo a sus sentidos.
No por ello el viajero se siente extraño o solitariamente abandonado. Más aún, experimenta el incontenible deseo de alentar a sus propios sueños, dejarles vagar libres entre esa realidad de las calles y plazas, unirse a otros sueños y conformar el instante por llegar, el tiempo intangible.
Y si por fortuna esa magia le deja atravesar la ciudad, siguiendo la avenida de poniente el viajero encuentra el corazón de la ciudad, que sin estar en el centro es el mismo centro. Allí el viajero se encontrará con el Mar, un impreciso espejo azul que se extiende hasta el horizonte. Eso será en la imaginación del viajero, pues aun el mismo horizonte no puede verse, sólo que continúa elevándose hasta que retorna por el cielo envolviendo a la ciudad.
Allí, el viajero descubre el secreto de Mysea, la ciudad de los sueños, y en fácil e imperioso gesto libera a su último sueño para que se sumerja en las cálidas aguas de ese Mar. El secreto de Mysea es llegar al Mar con un último sueño, pues allí adivina el viajero cuán triste existencia soportaría si algo suyo no se fundiese con la ciudad.
Mysea es la ciudad de los sueños, y el afortunado viajero que deja allí su sueño ya tiene entre sus manos la eternidad, porque en Mysea todo es nuevo y reciente, aun cuando conserve las aparentes formas de la memoria, y todo es como el viajero siempre soñó que debía haber sido.
Pero también, desdichado por siempre será aquél que habiendo contemplado esas calles, esas plazas, esos jardines, aquel Mar, tanta maravilla, no haya tenido la fortuna de dejar su sueño entre los brazos de esa ciudad, de Mysea, la ciudad de los sueños.
Moraleja:
Deja tus sueños en un lugar en el que sean cuidados, donde crezcan y puedan, quizá, hacerse realidad.