Sendas en el Margen

Un lugar de palabras…

Phaethon o la noche


No puede verlo, no puede sentirlo ni vivirlo, Phaethon ya perdió los dones que la luz otorga a la piel; Phaethon muere en una noche interminable.

Otrora fue uno de los hijos del sol, un espíritu inquieto, lleno del vigor que sólo la luz del sol, sólo el vivir de día, puede brindar. No era extraño en aquellos días verlo susurrar y acariciar a las nubes por el simple deleite de crear mil arcoíris que su amigo Cicno llenaba de plumas de cisne arrancadas de sus propias alas. Aquellas plumas, animadas por el poder de Phaethon, se tornaban en un ejército de mariposas que adornaban las ramas de sus alisadas hermanas mientras bailaban al son de la suave brisa.

En aquellos días el cielo era azul, y los alisos verdes y las mariposas doradas, y el mundo era hermoso a la vista de los hombres, y Phaethon brillaba de felicidad casi tanto como su padre el sol.

Ocurrió un día que Phaethon, incansable en sus sueños de luz, quiso volar más alto que las nubes y quiso ordenar los caminos que su padre estableciese para el poderoso fanal dorado. Tan alto voló que al fin alcanzó las riendas del ardiente carro celeste, y tan seguro estaba de sus artes que ordenó los caminos a su antojo, y el carro que dirigía la luz del día nuevos rumbos tomó.

Pero Phaethon era joven, el ímpetu de su espíritu estaba lleno de día y la noche apenas se dibujaba en su imaginación como lejana pesadilla. Así fue que, tentado por mostrar su felicidad al mundo, a veces volaba bajo, y parte de ese mundo quedó abrasado por el intenso fuego. Cuando Phaethon intentaba controlar aquellas riendas trenzadas de antigüedad, ocurría que demasiado alto volaba, y el calor se perdía en la distancia dejando al mundo cubierto por una capa de blanca y suave nostalgia que todo lo marchitaba.

Grande fue el enfado de Helios, quien desde los albores del mundo había mimado la luz y el calor sobre la tierra para que la vida fuese el día, para que se viviese de día. Había quedado esa tierra plagada de heridas que sangraban los erráticos vuelos del hijo; desiertos inmensos donde ni la más leve brizna de verde hierba crecía; eternos y silenciosos hielos que nunca podrían ser derretidos; hermanos que la piel distanció entre las diversas tonalidades que surgen de la más poderosa luz y la más intensa de las sombras.

Exigieron los dioses un castigo para Phaethon, y dura fue la penitencia que Helios debió imponerle. Fue Phaethon condenado a alejarse de la luz del sol, a vivir la intensa sombra de la noche hasta que las heridas de la tierra desapareciesen.

Pero ocurre que los dioses son de memoria leve, y sus esfuerzos por curar las heridas del mundo caen frecuentemente en el olvido. Fuese por eso, o porque el mundo se acostumbró a sus heridas, o simplemente porque los dioses hace tiempo se olvidaron de los hombres, Pheathon sigue aún hoy vagando su castigo.

Hay quien dice que si se busca en las orillas más oscuras de la noche puede vérsele caminando sobre las huellas de la luna, la eterna elipse que conduce al día. Pero esa puerta está vedada para Phaethon hasta que los dioses regresen algún día. A veces, agitado por su voraz pena, atraviesa veloz el corazón de Orión, o se sienta junto a Andrómeda a vaciar sus lágrimas que aún siguen siendo de fuego blanco. Otras, siempre solo, vaga los desolados mares de la luna desenterrando los sueños que quedaron allí olvidados.

Phaethon no puede verlo, no puede sentirlo ni vivirlo, Phaethon perdió los dones que la luz a la piel otorga; Phaethon muere en una noche interminable. Solo, se mira en esos sueños rotos, y contempla su rostro ajado de soledad y de silencios. Su mirada muere cada noche en la eterna elipse que conduce a la mañana mientras sus lágrimas gritan su destino, o la noche de Phaethon… o los sueños rotos enterrados en la luna.

Nadie comprende nuestros signos y gestos de largas raíces
Nadie comprende la paloma encerrada en nuestras palabras
Paloma de nube y de noche
De nube en nube y de noche en noche
Esperamos en la puerta el regreso de un suspiro

Vicente Huidobro


1 abril, 2012 - Posted by | Los Cuentos del Mar | , , , , , , , , , , , , , , , ,

15 comentarios »

  1. ufffffff!! que historia.. quizás ahora entiendo porqué en la noche y en la luna , la menda que suscribe , encuentra su cobijo cuando se queda horas tranquilamente contemplándola alelada mientras el mundo sigue girando ahí fuera…

    comprendo la impulsividad del que nos ocupa, y que caiga en el olvido no me extraña, debe ser mal común desde ancestros de ancestros, pero me reconozco en parte de esa personalidad en ver y curiosear en más allá aunque a veces haga que las consecuencias son eternamente llevadas.. quizás por eso yo estoy en mi averno caótico pero sin llorar jamás..no creo que él tampoco lo haga, en su mundo oscuro siempre hay esa luz que brilla y que precisamente es acompañado de estrellas que lo alumbran.. porque nunca hay un destierro a una oscuridad infinita….

    jomio!! mi imaginación acaba de crear un final mejor,.. ya lo siento..
    besos juan

    Comentario por gOtaSmaR | 1 abril, 2012 | Responder

    • Tu imaginación le ha borrado alguna lágrima al pobre Phaethon, quizá con esa ilusión se aventure a buscar la puerta que desde la luna llega a la mañana… un final feliz.

      Mirar la luna, o las estrellas, es algo que de siempre ha hipnotizado al ser humano, quizá la lejanía, quizá su halo mágico colgando de la oscuridad… yo las contemplo cada noche, busco a Orión, como un pequeño ritual antes de abandonarme al sueño… las miro cada noche, cuando hay estrellas.

      Y también soy un curioso terrible… por aprender.

      Un beso

      Comentario por Juan | 3 abril, 2012 | Responder

  2. Pobre Faetón que doloroso castigo, no poder ver el sol. Será duro seguir vagando en la oscuridad de la noche buscando la puerta que le conduzca a la luz.

    Sobre la nieve se oye resbalar la noche
    La canción caía de los árboles
    Y tras la niebla daban voces
    De una mirada encendí mi cigarro
    Cada vez que abro los labios
    Inundo de nubes el vacío
    En el puerto
    Los mástiles están llenos de nidos
    Y el viento
    gime entre las alas de los pájaros
    Yo en la orilla silbando
    Miro la estrella que humea entre mis dedos (V.H.)

    Muy bello tu relato sobre Faetón.

    Comentario por mercedesmolinero | 1 abril, 2012 | Responder

    • A veces las cosas no salen como imaginamos, y casi nunca son como las soñamos cuando el ímpetu es el cabello que cubre nuestra razón.

      «Sobre la nieve se oye resbalar la noche
      La canción caía de los árboles»

      La verdad es que este tipo es genial. Mil gracias, Mercedes.

      Comentario por Juan | 3 abril, 2012 | Responder

  3. Qué hermosa narración, la he leído con la misma inclinación al deleite que produce escucharla de boca de alguien cerca de una hoguera de verano y oyendo claramente el rumor de las olas que chocan con la arena mojada.
    En muchas costas europeas (allá no sé) circula la leyenda del rayo verde: se dice que puedes verle durante una breve fracción de segundo justo cuando el sol se despide en el horizonte.
    Sería bonito creer que esa luz sería un agónico grito de Phaeton para que su padre recapacite y le devuelva a su estatus.
    De todas formas, querido Juan, me ha llamado, también, la atención lo que has escrito de que dios parece habernos olvidado; te prometo que últimamente pienso mucho en ello; probablemente sea culpa del hombre pero, sea cual sea la razón, me parece triste.
    Un gran abrazo, amigo mío; te deseo una semana llena de amor y de dicha por vivir.

    Comentario por José Céspedes | 2 abril, 2012 | Responder

  4. De haber conocido esa leyenda del rayo verde, la habría incluído, algo así como tú cuentas, el grito apenas sostenido, un latido que se esfuma cuando la noche reclama su ser, un grito por la luz que una vez más, un nuevo día, se escapa de nuestro desgraciado amigo. Habría encajado perfectamente.

    Y de dios…

    Un abrazo, José

    Comentario por Juan | 3 abril, 2012 | Responder

  5. Bonito, sabes que a mí me gusta buscarle explicación a todo, ponerme en el lugar en el que no se suele poner nadie, en este caso entiendo las razones de Helios y demás Dioses, tu don es un arma, tu arma cambia lo establecido, eso suele siempre verse bien, romper normas, pero las normas eran necesarias para mantener la prefección de lo existente.

    Quizá la intención de Faetón fuera buena, pero hay veces que con buenas intenciones sólo logras empeorar las cosas, quebrar un equilibrio que está por alguna razón, que no entiendes, pero que es efectivo.

    Lo que parece cruel es el castigo, eso sí.

    Saludos jefe.

    Comentario por Dessjuest | 3 abril, 2012 | Responder

    • Y ya sabes que a mí me gusta poner la duda en un argumento. Dice una cancioncilla que se me pegó últimamente algo así como que de pequeños aprendemos (nos enseñan) las normas de comportamiento, que nada valen cuando nos hacemos mayores.

      Bueno, tampoco quiero yo abanderar un mundo anárquico, pero es cierto, muy cierto, que los grandes pasos del hombre han sido siempre saltando el muro al que el resto apenas osa asomarse… y a veces tras ese muro está el milagro de algo mejor. Te aceptaré (adelantándome a tu enérgica respuesta) que no siempre está ese algo tras el muro, pero cuando está una barrera más queda forzada en el camino del hombre.

      Un viejo debate, mi querido amigo. A veces debemos romper la norma para que algo hermoso surja… pero sólo es una opinión del que casi nunca se saltó un muro… casi nunca.

      Un abrazo

      Comentario por Juan | 5 abril, 2012 | Responder

      • Cierto jefe, pero date cuenta de un detalle, si te dn un don, un don poderoso, y por tu impulsividad eres capaz de destruir todo lo creado, no sé, no se trata ya de saltar muros, creo que es irresponsabilidad, sin más.

        Eso sí, que antes no te dije nada, el texto está muy bien escrito, me ha gustado mucho.

        Comentario por Dessjuest | 5 abril, 2012 | Responder

        • Y nada tengo que rebatiros a ti y al bueno de Plared, pero os habéis ido al extremo, donde la realidad viste sus más radicales trajes. Y no era a eso a lo que me refería.

          Yo me refiero a la vida más cotidiana, a una franja más estrecha, donde romper un pequeño (o gran) convencimiento propio abre nuevas sendas desconocidas, apenas soñadas. De pronto vuelves a casa del trabajo, el mismo camino, los mismos inexpresivos rostros de cada día, los mismos olores que ya no saboreas… todo en colocado en un lienzo siempre exacto… y decides algo, algo pequeño, cambiar de calle, mirar a alguien, pararte en un jardín a leer u libro olvidado… y encuentras algo, y ese algo se torna más importante que todo lo demás, y el muro de lo demás apenas te deja verlo… la encrucijada del camino. La decisión que no acostumbramos tomas.

          Bueno, reconozco que algo confuso es, pero también es real, posible. Hay tanta vida ahí afuera…

          Llego tarde nuevamente a mis propias estancias. Lo siento, fue una semana dura y complicada, pero salió bastante bien. Quizá en algún momento me asomé al muro y vi con claridad. Es una posibilidad.

          Un abrazo, campeón.

          Comentario por Juan | 7 abril, 2012 | Responder

  6. Otra vez has escrito un cuento que huele a leyenda, sabe a mitología y tiene su mensaje profundo, de esos que se posan en el fondo del té de los sabios, con tiempo, con suavidad, y con los demás posos de la vida.
    Una pena que a Phaeton no le recuerden ya los dioses, y como a Prometeo acabe su castigo como un castigo eterno. Curioso, consultando el mito de éste (http://es.wikipedia.org/wiki/Prometeo) resulta que no fue eterno, sino que le salvó Heracles/Hércules para que le ayudase con una de sus tareas, pero bueno, su castigo del águila que le come el hígado por la noche y le crece por el día tampoco está mal…
    Tenemos tanto por redescubrir de la mitología! (por lo menos yo), gracias por compartila y recordárnoslo!

    Comentario por desde el blog translucidoh | 4 abril, 2012 | Responder

    • Y ambos por recuperar para los seres humanos algo de la hermosura, de los dones, manejados por los dioses… habrá que dedicarle capítulo a Prometeo, algo así como “Prometeo o el fuego”, pero Heracles hace tiempo que huyó del mundo convertido en dios, ¿quién salvará a Prometeo ahora?

      Gracias a ti por dejar tus huellas en estas sendas

      Comentario por Juan | 5 abril, 2012 | Responder

  7. Es lo que pasa muchas veces. Queriendo hacer el bien, se cometen los mayores crímenes ya que..la ignorancia mata mas que las guerras. Y un tonto feliz es sin duda, lo mas peligroso si le das poder.

    En cuanto a tu recreación de la mitología. Sin palabras, cualquier cosa que dijera estaría de mas. Cargada de sentimiento y poesía, sin duda de lo que he leído por aquí. Imprescindible, por no decir lo mejor.

    Comentario por plared | 5 abril, 2012 | Responder

    • Y es indiscutible la realidad que cada día consigue sorprendernos, y un tonto puede ser el ser más peligroso del mundo. Decía Gasset que el necio nunca descansa.

      En cualquier caso no me movía en los límites, como decía a Dessjuest (y a ti, mi estimado) anda por sendas más cotidianas, con romper nuestras convicciones más arraigadas, las uqe nos llevan por caminos repetidos, por días iguales persiguiéndose. Sólo una idea de unos días alargados.

      Un abrazo, mi estimado amigo. Como siempre es un placer que le proporciones volumen al insanciable saco de mi vanidad… y conmo siempre, también es un placer recibirte.

      Comentario por Juan | 7 abril, 2012 | Responder


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