La niña fea
La niña tenía la cara oscura y los ojos como endrinas. La niña llevaba el cabello partido en dos mechones, trenzados a cada lado de la cara. Todos los días iba a la escuela, con su cuaderno lleno de letras y la manzana brillante de la merienda.
Pero las niñas de la escuela le decían: «Niña fea»; y no le daban la mano, ni se querían poner a su lado, ni en la rueda ni en la comba: «Tú vete, niña fea». La niña fea se comía la manzana, mirándolas desde lejos, desde las acacias, junto a los rosales silvestres, las abejas de oro, las hormigas malignas y la tierra caliente de sol. Allí nadie le decía: «Vete».
Un día, la tierra le dijo: «Tú tienes mi color». A la niña le pusieron flores de espino en la cabeza, flores de trapo y de papel rizado en la boca, cintas azules y moradas en las muñecas. Era muy tarde, y todos dijeron: «Qué bonita es».
Pero ella se fue a su color caliente, al aroma escondido, al dulce escondite donde se juega con las sombras alargadas de los árboles, flores no nacidas y semillas de girasol.
Ana Mª Matute (Los niños tontos)
“Nace un suspiro
en la noche de luna
huida del miedo.
Se apaga la montaña,
y su fuego se duerme…”
Bonita historia, realmente no tengo nada que añadir, pero, como sé que eres un gran tipo sé que no te importará que use esto para comentar una frase que tienes al lateral, un lateral que siempre tiene cosas nuevas que ofrecer, me refiero a la de Ovidio, «Ofrecer amistad al que pide amor es como dar pan al que tiene sed», muy buena, me ha encantado, cierta como pocas, irrefrutable.
Saludos jefe.
Soy un gran tipo… y tu sinceridad brutal me hace pensar en eso que me dijiste un día, algo así como “deberías quererte algo más, jefe”… igual hoy es irrefutable el consejo, como el de Ovidio.
Pero es ese poeta del eterno cigarrillo el que llama…
“Nuestro cuerpo cruje en el silencio
Como el esqueleto en el aniversario de su muerte
Es para llorar que buscamos palabras en el corazón
En el fondo del viento que hincha nuestro pecho
En el milagro del viento lleno de nuestras palabras…”
Igual sólo es el tiempo, largo, repetido… igual…
Y no, nada hay que añadir nunca a Ana Mª Matute… tan intensa, tan real, tan viva… otro rasgo de esa sinceridad… brutal y bienvenida, intensa, viva.
Y no, no me importa, sabes que me encanta llegar a estos salones y encontrar el aire latiendo.
Gracias
Y por favor, no añadas nada, ya fuiste genial.
Es una historia triste de una niña fea y conste que no es exagerada, a mi también me lo llamaban en el colegio y sufría mucho.
Tus bellos versos rematan el final airoso y cálido de Ana Mª Matute.
P.D. Perdona, no se que ha pasado, al clickar me gusta, han salido flores por todas partes
No suele ser exagerada Ana Mª Matute en sus cuentos cercanos a las texturas de la realidad. Suele ser dulce, y sorprende su agilidad, pero no excluye nunca la dureza de esas texturas más inmeditas.
Es una pena que no se haya llenado todo de flores, yo sólo veo esas rojas amapolas tuyas…
Un abrazo
Es precioso pero a cada palabra me sentía más angustiado, presentía un amargo final…
Así suelen ser estos cuentos de Ana Mª Matute, duros hasta llegar a las lágrimas en algunos de ellos. Pero el final, aún cuando de una ternura extraordinaria, sigue siendo duro: un lugar escondido donde se juega con las sombras alargadas de los árboles, flores no nacidas y semillas de girasol..
Un abrazo
Es preciosa, como la publicación anterior; me gusta sobre todo el final; apuesta por la introspección emocional y me ha motivado a sopesar la importancia que realmente tiene lo que otros digan, o piensen, sobre nosotros.
La luz es nuestra, no la prenden los otros; crece desde nosotros mismos y no lo hace motivada el deseo de los demás.
Si esto es así, ¿qué nos impide aceptarnos y ser los propios constructores de nuestras vidas?
Un abrazo bien grande, querido amigo.
Casi nada es negro o blanco en este mundo, tantas son las grises tonalidades que definen a las cosas. Dos propuestas en tus palabras:
1. Los otros. Los otros son importantes, ayudan a nuestra construcción, más aún en esos periodos de edad corta donde todavía no se han desarrollado nuestros propios esquemas constructivos.
2. Nosotros. Ser nosotros. Para eso hay que desaprenderse de todo aquello que nos construyeron a lo largo de nuestra existencia, romper nuestras convicciones más arraigadas. Esas suelen ser las que más nos limitan.
Pero ya sabes, sólo es una idea… y hay otras.
Un abrazo
Siempre fui la niña fea, aún lo sigo siendo y he de confesar que me gusta. También los girasoles.
Un abrazo, Juan.
No es eso lo que dice la imagen que te presenta, aunque la fealdad o la hermosura es percepción subjetiva, y los ojos a través de los que nos entra el mundo son más amplios de mente que nosotros mismos. Deberíamos dejarlos andar a sus anchas esos amplios caminos.
Si he de quedarme con una flor, que sea la amapola nocturna…. amapolas, siempre amapolas…
Un beso, Cat
[…] Fuente: https://sendasenelmargen.wordpress.com/2012/05/01/la-nina-fea/ […]