Antoine de Saint-Exupéry
Antoine de Saint-Exupéry (1900 – 1944), escritor y piloto francés. Tenemos la suerte de que nos regalase esa joya llamada El Principito.
“Si alguien ama a una flor de la que sólo existe más que un ejemplar entre los millones y millones de estrellas, es bastante para que sea feliz cuando mira a las estrellas.”
Edvard Munch, el diseccionador del alma
”Caminaba yo con dos amigos por la carretera, entonces se puso el sol. De repente el cielo se volvió rojo como la sangre. Me detuve, me apoyé en la valla, indeciblemente cansado. Lenguas de fuego y sangre se extendían sobre el fiordo negro azulado. Mis amigos siguieron caminando, mientras yo me quedaba atrás temblando de miedo, y sentí el grito enorme, infinito, de la naturaleza».
La realidad es mucho más, sus matices son tan diversos como los ojos que la observan. Hay tanto oculto tras de ella, tanta realidad tras la realidad. ¿Cuántos muros debe destruir el ser humano para llegar al destierro de la ignorancia supersticiosa y establecida que promulgaba Spinoza?
“Voy a pintar la vida de personas que respiran, sienten, sufren y aman.”… y diseccionó el alma de la realidad, de sus sombras de soledad, de dolor, de miseria y angustia.
Edvard Munch , Loten 1863 – Ekely 1944, el gran diseccionador de las almas, el precursor del expresionismo.
Prometeo y el fuego
Había acertado a caerle sobre las manos, entre sus manos. Allí, acunada en el rudo espacio cóncavo, la pequeña estrella latía con un fuego extraordinario mientras Prometeo se preguntaba cómo aquel tesoro podía haberle elegido a él, qué magia tan intensa poseía ese ángel blanco para que su sangre se desbocase en vertiginosas espirales de vida.
Prometeo no lo sabía, pero había nacido titán, eterno enemigo de los distantes dioses y receptor de grandes poderes. Prometeo no lo sabía. Prometeo se sentía mortal, siempre encadenado a los muros de sus más enraizadas convicciones.
Fuese porque los orgullosos y distantes dioses considerasen que en nada le correspondía tal tesoro, o fuese tal vez simplemente porque sintieron una mezquina e incontenible envidia al verle elevarse en sueños que ellos mismos no habían experimentado nunca y nunca experimentarían… fuese por una causa o fuese por otra, decidieron esos dioses arrebatarle aquel tesoro, sembrar las distancias del tiempo inmisericorde, someterle a un cruel castigo. Y así, encadenáronle a las frías montañas del Cáucaso, donde el sol es sólo vago espejismo en la memoria, donde el tiempo hiere con esquirlas de hielo que se esconden en la misma carne, donde hasta la sombra más osada y fiel abandona a su dueño.
Las artes de Hefesto allí lo clavaron a la dura roca por tiempos insondables. Y si la noche era eterna y fría, la mañana era aún más cruel y aterradora, pues ordenó el mismo Zeus que con la fuga de la última estrella, la más brillante, la que aún mantenía un rescoldo en el alma de Prometeo, la que le recordaba aquel fuego que una vez habitó entre sus manos… con la fuga de esa estrella, las poderosas águilas de aquellas inhóspitas y solitarias cumbres le devorasen el alma.
Bien sabía Zeus de la condición inmortal de los titanes. Bien sabía Zeus que tras ese horror, el alma volvería a regenerarse devolviendo al infeliz Prometeo a otra noche de oscuridad, a otro día de pavor, al continuo y terrible frío.
Pero los dioses nunca han confiado en los titanes, nunca han llegado a interesarse por ellos, a conocer las extraordinarias virtudes y poderes que los habitan. Entre esos poderes, casi siempre enterrados por las texturas más inmediatas, olvidados, imperceptibles para ellos mismos, entre esos poderes se encuentra la esperanza que alimenta los latidos, la tenacidad que alimenta los sueños.
Fue así que Prometeo soportó por incontables tiempos el cruel castigo, hasta que un día las cadenas de Hefesto fueron insuficientes para contenerle y quedó liberado. Aun con calzado de miedos y escaso equipaje de ilusiones, poderoso se sintió Prometeo aquel día. Y desde entonces, como viento pleno de esperanza, como flecha lanzada por el mismísimo Orión, recorre veloz Prometeo los cielos del tiempo buscando, sabiendo que si aquella increíble estrella una vez se posó en él, si una vez el extraordinario fuego habitó sus manos, no hay dios alguno que pueda evitar que ocurra una segunda vez. Porque él, Prometeo, es un titán, porque en él, para siempre, habitará un extraordinario fuego.
Moraleja:
Es obligación del apasionado lector, del caminante de palabras, buscar entre sus enseres la moraleja que todo cuento arroja. Mira tú, caminante, ¿cuál es tu calzado?, ¿cuál el contenido de tu equipaje?, ¿cuál el fuego que habita el cuenco de tus manos?
Arde el tiempo fantasma:
arde el ayer, el hoy se quema y el mañana.
Todo lo que soñé dura un minuto
y es un minuto todo lo vivido.
Pero no importan siglos o minutos:
también el tiempo de la estrella es tiempo,
gota de sangre o fuego: parpadeo.
Octavio Paz
Suavidades del alma
¿Te he mostrado el tiempo en un latido?
Arropado en la piel, tu piel,
desfilan las tersas líneas de un libro,
y tímidas gotas se asoman a lo inmediato,
resbalan entre futuro y pasado.
Y el presente todavía es,
el camino de lo cotidiano,
de lo extraordinario,
de los sueños que son.
Por el filo de un cuchillo se desplaza el tiempo
en rápidas olas perfumadas
que desbordan los sentidos.
Ven, amor mío, ven.
Te construiré aquel palacio
con días templados por columnas,
de transparentes miradas sus muros,
donde la nota de Satie se descuelga con la lluvia
y el horizonte muestra los dorados.
Recuerda, amor,
bajo el verde palio renovado
un banco espera cada tarde,
adormecido en el secreto susurro
de palabras esculpidas en aire.
Y cuando de perlas se siembre el nocturno,
de la caricia urgente
nacerán los verticales sueños.
Se ahogará la fiebre de mi sangre
en las blancas olas de tus mares,
dormirá el fruto de mis labios
en el aire cóncavo de tus manos.
Ven, amor mío, ven,
leamos de la mano el tiempo,
las suavidades del alma.
Alba
Mi corazón oprimido
siente junto a la alborada
el dolor de sus amores
y el sueño de las distancias.
La luz de la aurora lleva
semilleros de nostalgias
y la tristeza sin ojos
de la médula del alma.
La gran tumba de la noche
su negro velo levanta
para ocultar con el día
la inmensa cumbre estrellada.
¡Qué haré yo sobre estos campos
cogiendo nidos y ramas
rodeado de la aurora
y llena de noche el alma!
¡Qué haré si tienes tus ojos
muertos a las luces claras
y no ha de sentir mi carne
el calor de tus miradas!
¿Por qué te perdí por siempre
en aquella tarde clara?
Hoy mi pecho está reseco
como una estrella apagada.
Federico García Lorca
Si sólo piensas…
Y si sólo piensas que te quiero
no imaginas cuánto yo te quiero
y si sólo crees que te sueño
hoy te llevo a compartir mis sueños
Amor
si mis lágrimas te miran
aun cuando aquí te tengo
y mis labios se consumen
en el fuego de este cuenco
Amor
y si sólo piensas que te quiero
en mis labios prueba el fuego
y si sólo crees que te sueño
busca en mis lágrimas tu deseo
Pues queriéndote yo te sueño
Y soñándote cada día más te quiero.
El amor auténtico se encuentra siempre hecho.
En este amor un ser queda adscrito de una vez para siempre y del todo a otro ser.
Es el amor que empieza con el amor.
José Ortega y Gasset
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Silencio
Así como del fondo de la música
brota una nota
que mientras vibra crece y se adelgaza
hasta que en otra música enmudece,
brota del fondo del silencio
otro silencio, aguda torre, espada,
y sube y crece y nos suspende
y mientras sube caen
recuerdos, esperanzas,
las pequeñas mentiras y las grandes,
y queremos gritar y en la garganta
se desvanece el grito:
desembocamos al silencio
en donde los silencios enmudecen.
Octavio Paz
Fuegos (II)
“Y mando cantar dos veces este poema:
Aunque me siento perdido
entre brumas matinales que confunde la vista,
tropiezo con tu puerta
y no soy capaz de pasar de largo.
Ella mandó a la sirvienta, que recitó este mensaje:
¿Tan difícil resulta cruzar una puerta entrevista entre brumas?
Entonces, ¿por qué no entras?
No hay obstáculos en tu camino,
y la puerta ofrece poca resistencia.”
De la Historia de Genji
Murasaki Shikibu
Adivina…
En la brillante mañana, cuando aún la senda del recuerdo se dibuja en la piel, cuando aún la caricia tiembla su danza… en la mañana… nace el tanka, el secreto apenas vestido con las suavidades del alma.
De la mañana, un tanka… un secreto, una mirada lo pidió… y unos versos maestros sin disfraz, mojados en las notas que se derraman de Satie. ¿Te atreves a dibujar un secreto?
No te olvides, temprana, de los besos un día.
De los besos alados que a tu boca llegaron.
Un instante pusieron su plumaje encendido
sobre el puro dibujo que se rinde entreabierto.
…
Así callado, aún mis labios en los tuyos,
te respiro. O sueño en vida o hay vida.
(Vicente Aleixandre)
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Gymnopédies – Satie
Amapolas
Esbeltos caracteres rojos sobre papel de algodón; dibujado en una esquina, un poderoso símbolo. La carta está enrollada junto a una ramita de romero, ambas unidas por un fino lazo rojo.
Aún mi recuerdo te llama
en los blancos prados de la Luna,
entre pliegues que arropan las pasiones.
En la ola que lentamente se prolonga,
se hace intenso el eco de un susurro.
Una roja herida en los labios,
el eco continúa.
Y al final del camino inconcluso
amapolas
siempre hermosas amapolas
Recuerdos
El verbo se muere sin mirarlo, sin vivirlo
La cordura no es un verbo, sólo es un pobre e inconcluso sustantivo
Un beso, el prolongado beso de una ola mientras empapa la arena y se funde en ella
Amapolas… siempre hermosas amapolas
Fuegos
“Y ella dijo:
Observa las linternas que recuerdan
a las de los pescadores de Akashi.
¿será que mis penas
me han seguido hasta aquí?
Y él dijo:
Sólo porque ignoras la firmeza
de la llama que arde en mi corazón
te parece tan inseguro
el resplandor incierto de esos fuegos …»
De la Historia de Genji
Murasaki Shikibu
Un tren ilustrado
Hay una estación de la esperanza
del verde tiempo clavado en la piedra
esperando
Hay un tren de vagones letrados
del rojo nombre recorriendo las sendas del alma
acariciando
Ahí, cautiva, me viaja la vida
rendida, dormida en un rincón de aire
Cuán lento se antoja el tránsito en esa vía
desde la curva del horizonte anochecido
Incierto el destino se imagina
deambulando junto al tiempo en el andén
Si de cerrada ventana viene el día
acierte el azar sus huellas
y en el pliegue de la página maestra
adivinen la ruta señalada
Ya se marcha la luna
y en la pequeña ventana ruega un suspiro
llorando
Pero en la vieja estación se sabe:
el verbo amanece siempre en la mañana
… soñando