Un sorbo
Quizá fuese el blanco y grande frío, o simplemente el saturado y momentáneo deseo de unas voces tan innecesarias como desconocidas. La cuestión es que allí entró; desde el intenso silencio, a aquella silenciosa intensidad entró.
No se sorprendió del palpable cambio. Era ése un gesto cotidiano asimilado por los filtros grises que, en su indolencia, aceptan los patrones ya asumidos auto validándolos en el imponderable y mismo instante. Sólo se acomodó entero a los perfiles de las nuevas texturas, al calor hiriente. En un rincón encontró lugar para sus nuevos gestos.
Era curiosa la frontera, pensaba. Apenas una línea imaginaria que torna en un simple instante todo un abigarrado conjunto de convergentes y casi inicuos gestos para que la levedad que nos atrapa mude su mimético rostro en esa continua metamorfosis de encaje con la perceptible realidad.
Desde aquella adquirida atalaya su nuevo rostro le comportaba nuevas habilidades. También era éste un gesto asumido, un gesto que le conducía por nuevas costas cual navegante ensimismado en el quimérico y obsesivo dibujo de sus alejadas e inalcanzables formas. Se le ocurrió pensar que el mismísimo Freud habría experimentado la chorreante lascivia de haber cubierto aquella acotada mesa de muestras repleta de repetitivas sustancias animadas por dudosos permisos en años aprehendidos. ¡Qué tontería!, desvariaba. Con un esfuerzo imperceptible reajustó uno de aquellos filtros y, por inapropiado para el determinista momento, el gesto quedó inundado de tiempo.
Alguien, en pródigo gesto invasivo hacia su piel, apremiaba un intercambio de coloreadas cuentas por uno de aquellos brebajes. Sí, en aquel lugar de la noche se intercambiaban cuentas por conjuradas pócimas convertibles en atropelladas e interinas risas, tal era la magia que allí se dispensaba. Una de aquellas risas, en el acto de reclamar su esencia, se posó a su lado gravitando rebosante de inmediatez, giró con exacerbada y contorsionista gala, y en su propia y mortal espiral, se consumió.
En su bolsillo, inquietas, se movían las palpitantes cuentas. Otro cotidiano gesto y el sorbo dorado reposaba lento, tibio y transparente ante él, como una piel que su lejana memoria por un sublime instante le regalaba. Se asomó al borde del frágil precipicio. Aspiró la vaharada con texturas a promesa incipiente y, como quien constata la realidad, miró con vehemencia las calmadas aguas de aquel profundo mar. Sí. Allí, como juguetones peces en la tarde ida, allí estaban sus viejas sonrisas. Una más se unió a ellas.
Acomodándose nuevamente al intenso silencio salió al frío grande. El baile de negociables risas contorsionistas quedaba atrás, ajeno a un sereno brebaje intacto sobre la barra.
Amapolas
Esbeltos caracteres rojos sobre papel de algodón; dibujado en una esquina, un poderoso símbolo. La carta está enrollada junto a una ramita de romero, ambas unidas por un fino lazo rojo.
Aún mi recuerdo te llama
en los blancos prados de la Luna,
entre pliegues que arropan las pasiones.
En la ola que lentamente se prolonga,
se hace intenso el eco de un susurro.
Una roja herida en los labios,
el eco continúa.
Y al final del camino inconcluso
amapolas
siempre hermosas amapolas
Recuerdos
El verbo se muere sin mirarlo, sin vivirlo
La cordura no es un verbo, sólo es un pobre e inconcluso sustantivo
Un beso, el prolongado beso de una ola mientras empapa la arena y se funde en ella
Amapolas… siempre hermosas amapolas
Día 12, Febrero de 2012
Instantáneas
Una caricia puede abrir un saco de ternura
…y un saco de ternura parece puede abrir una tímida cajita de sonrisas
Una cajita de sonrisas cierra la noche oscura, es claro
…y la noche oscura abre la sorpresa de la mañana
La sorpresa de la mañana es un abrazo del sol
…y el sol abraza sólo cuando amanece Domingo
Cuando amanece Domingo no importa el tiempo
…y cuando no importa, el tiempo es una canción
Una canción trae a otra, y esa otra a otra más
…y esas otras más son música en la piel
La música en la piel es una caricia
…y una caricia puede abrir un saco de ternura… pero sólo cuando amanece Domingo
Memoria
Ahora los rayos desgarran
la sombra espesa. Reciente,
todo el paisaje se muestra
abierto y mudo, evidente.
…y un saco de ternura parece puede abrir una cajita de sonrisas. ¿Miedo?
La noche, madura toda,
gravita sobre la nieve
hilada. ¿Qué zumos densos
dará en mi mano caliente?
…y la noche oscura abre la sorpresa de la mañana. Eso, sorpresa.
La noche en mí. Yo la noche.
Mis ojos ardiendo. Tenue,
sobre mi lengua naciendo
un sabor a alba creciente.
…y el sol abraza sólo cuando amanece Domingo. Sí, es suave calor.
Poca es la fe de un hombre incierto.
…pero una canción… es música en la piel. Caricias del alma.
(Vicente Aleixandre)
«Las soledades aterran
desde los fríos brazos
donde nace la caridad del último horizonte
la cáscara vacía que relató Fedón
sin virtud o contrario»
Te miro… y tiemblo
Esbeltos y finos caracteres inclinados, sobre papel suave algo envejecido con profundo olor a madera. Una de las esquinas está deteriorada por el fuego.
Bajo luminosos verdes,
Cansada piedra y agua transparente.
Arropados por la tarde,
Se deslizan los sabores de aquel verbo,
Y en la danza incesante de tus manos,
Se detiene el tiempo en mis sentidos.
Tiembla la hoja del castaño,
Al perderse un instante tu mirada.
En la piel se aventura una senda,
Y en la senda, un suspiro.
Cae la tarde entre verdes,
La palabra se duerme tras un beso.
Y te miro, y tiemblo.
El tiempo, no entiende nada.
Tesoros
Vuelo de unas manos, es tan alto
Pasos descompasados, son tan cálidos
Miradas cansadas, son tan brillantes
Tiempo acortado. Es tan débil el tiempo cuando se vuelan unas manos
Día 1, Octubre de 2011
Instantáneas
Las generosas olas del tiempo reposan en la ingenua mirada de un gatito
La mañana es blanca, como un beso fresco. Es una preciosa fotografía.
Un castaño puede no parecer lo mismo que un pino, pero mirando al cielo es lo mismo
La mariposa se ha posado en una lágrima
No sabía que encontraría un tesoro en el tiempo de esta ciudad. Tiene forma de sonrisa, sabe a sonrisa
La sonrisa se viste con alas de mariposa, su levedad acaricia el aire
Memoria
Vuelo triangular
de los cisnes.
…
La yerba
El olor a la yerba.
…
La mirada
y aquello que mira.
…
Las nueve puertas
de la
percepción.
…
El pan.
…
Caballo que
corre
en libertad.
…
Sol naciente
sobre un lago
aún helado
a medias.
….
El silencioso
relámpago
El rayo
estrepitoso.
…dice que estos son los nombres de algún dios…
Flauta en la noche solitaria
Presencia de una lágrima;
Todos los silencios de la tierra
Son pétalos de tu flor.
…en la mañana, de frescos besos, alas de mariposa son…
Y te veré pensativo
En el último arrecife,
Dulce provocador de naufragios
Sombrío dios sin devotos;
Tus amapolas nocturnas
Me curarán de las rosas.
(Margerite Yourcenar)
…y tímidas gotas se asoman a lo inmediato,
resbalan entre futuro y pasado.
Y el presente todavía es,
el camino de lo cotidiano,
de lo extraordinario…